El pasado jueves 19 de Junio fuimos con un amigo a ver a la banda Naima en la ciudad cultural Konex. No fue un tema indigno de mención la diferencia que existía entre el recinto donde por primera vez los habíamos visto y el lugar donde se encontraban tocando.
Los descubrí por accidente. Habíamos ido a ver una fecha de Espejo Avigne (banda que ya no existe), debió ser alrededor de Junio o Julio del año pasado. Ocurría en El Emergente, creo que en su sucursal de Almagro; Era una noche fría, se presentaban (o al menos recuerdo) tres bandas. Llegamos a tiempo a la primera, la cuál empezó a tocar prometiendo mucho más de lo que les dejaron demostrar. Estaban haciendo un set sin baterista, tuvieron problemas con el audio y, por algún motivo, los del recinto los instigaron a cortar su set un buen rato antes de lo que tenían planeado.
La acústica del lugar era horrorosa, completamente desfavorable para cualquiera que se presentara ahí, y el valor de las bebidas era tan exagerado (y sigue siendo por cierto) que tiempo después no desperdicie la oportunidad de mencionarlo cuando me enteré que en el estadio Anfield donde juega de local el Liverpool en la Premier League de Inglaterra, una cerveza sale más barata que en El Emergente de Almagro (!!!).
Hubo un interludio mientras se preparaba para tocar Espejo Avigne.
El recinto estaba estructurado por un pasillo de entrada que compartía pared con el lugar que ocupaba el público frente al escenario. En este pasillo en cuestión, habían un par de mesas a las cuáles apuntamos a sentarnos, para darnos cuenta que estaban completamente ocupadas.
Sentado en una de ellas, se encontraba Santiago, el cantante y guitarrista de la banda Menhir; Había tenido la oportunidad de conocerlo por medio de un conocido en común, en una ocasión que fui a ver a su banda. Era (ha de seguir siendo) alguien muy agradable, pero aún así me sorprendió la calidez con la que me reconoció, saludó, e incluso se acordó mi nombre.
Le pregunté a quiénes había ido a ver, y me dijo sin suscitar – “a Naima. Ustedes se quedan, ¿no?”. Honestamente, no sabía. Así que se lo expresé, pero me quedé con la intriga de esta banda. No los conocía ni de nombre, los había pasado por alto de tal manera que ni siquiera había registrado que tocaban esa noche.
Pasó el set de Espejo Avigne. Tuvieron algunos problemas técnicos, el sonido del lugar no estaba en su punto esa noche; La banda había armado un sonido bastante sólido y un grupo de canciones muy buenas, pero era difícil de plasmar fielmente en los lugares donde tocaban. Sumado a la característica técnica vocal del cantante, que se expresaba con la boca muy cerrada, modulando poco las sílabas de cada palabra (cosa que sonaba muy bien en el disco) hacía que se perdiera mucho del DNI de la banda. Fue una presentación que dejó un poco de gusto a nada.
Para hacer valer la entrada, la noche, o lo que fuese, nos quedamos. Al rato salió Naima.
La banda se constituye por un trío (pensé hacerles un shrine, no lo descarto aún del todo): Tincho, guitarrista y cantante, Agustina, violín (esa noche no lo tocó) y bajo, y Jere, batería.
Fue un clic. Prendieron las luces del lugar, ¿o quizás las apagaron?, fue un acto hipnótico. No sabías a donde mirar, a dónde prestar más atención, cualquier lugar dónde pusieras tu atención sentías que te estabas perdiendo de otra cosa.
Sufrieron los mismos inconvenientes que las bandas anteriores, pero no importó. La musicalidad, la proficiencia en los instrumentos, la manera en la que habían configurado sus equipos, las complejas estructuras de sus composiciones, la presencia que tenían sobre el escenario. Me fui sabiendo algo que no pondría en palabras hasta meses después: acababa de ver a la mejor banda del país.
Ahí estábamos el Jueves 19 de Junio del 2025, aproximadamente un año había pasado, tomando un café y posteriormente un gin-tonic en La Biblioteca.
La Biblioteca es una cafetería/bar/restaurante donde se presentan artistas de jazz. Me lo había mostrado mi amigo a principios de este año. Es un lugar muy discreto (bastante antiguo), armado en un subsuelo frente a plaza libertad, llegando a la Av. 9 de Julio. Desde el primer momento que fui, caí enamorado del lugar.
Más entrada la noche, alrededor de las nueve, se cobra el ingreso, y se presentan grupos de jazz para dar conciertos de forma estructurada. Nunca tuve oportunidad de ir a uno de estos debido a que el coste es bastante elevado (aunque me quedé con muchas ganas de ir a una presentación tributo a Bill Evans hace un par de meses). Pero, en la franja horaria previa, partiendo desde las seis de la tarde hasta las ocho de la noche, y coincidiendo con el happy hour del local, se presenta un trío de jazz quienes tocan por contribuciones voluntarias.
A este trío los hemos visto ya unas cuantas veces (es más, la última vez que fuimos ya nos había reconocido el baterista, mismo con quién yo había tenido una breve charla en la cuál me recomendó que escuche Flight To Denmark de Duke Jordan, contándome toda la historia del artista en el proceso). Pero desde la primera vez, quedé completamente hipnotizado, estupidizado. No podía comprender cómo estas tres personas podían tocar de tal manera y, hago un gran énfasis en lo siguiente, de forma tan natural.
La primera vez, habríamos sido seis o siete personas en el público. No importaba. Podríamos haber sido cero, o un millón, ellos hubiesen tocado igual. Parecía que habíamos entrado al hábitat de un sereno animal, el cual no se inmutaba por nuestra presencia. No era raro que estuviera ahí, al contrario, era natural.
Se hicieron las siete y veinte. Pagamos, y nos retiramos para así llegar a tiempo a la ciudad cultural Konex, Naima empezaba a las nueve.
Llegamos y, luego de esperar un rato, nos dejaron entrar al salón donde se iban a presentar. Estoy acostumbrado a ver bandas locales de pie, en espacios que favorecen más el ruido que la música. Pero este era un pequeño teatro, con butacas de madera, bastante similares a las del cine Gaumont.
Ver las características del lugar, me trajo a la mente el libro que estoy leyendo actualmente. “Cómo funciona la Música” de (el mismísimo) David Byrne. Hasta esa fecha, llevaba leídas alrededor de setenta páginas, en las cuáles se trata en gran medida la relación de la música con los espacios; Como cierta música se originó pensada para ser interpretada en determinados lugares, momentos, rituales. O incluso como algunas piezas son nativas a la grabación, y partiendo de esta y las anteriores, cómo funciona (si es que lo hace) la transposición de la música hacia otros lugares, para los cuáles no fueron pensados.
Estábamos todos sentados. Se habría llenado, diría yo, un setenta por ciento del pequeño teatro. Subió la banda, y mientras Tincho afinaba y preparaba sus equipos, dejó sonando un loop que había armado con la guitarra. Al frente, tocaba Agus el violín. Cuando estaban los equipos listos, Tincho agarró un arco, y lo usó para tocar su guitarra. Se sumó la batería, y armaron entre los tres una pieza ambiental que hizo un uso excelente de cada centímetro del teatro.
Fue un acto mágico, un hechizo, algo hipnótico. La guitarra cortaba en la mezcla del aire con elegancia y elaborada artesanía. Cada vez que avanzaban en su repertorio, iban generando en mí distintas emociones que pasaron desde la ansiedad hasta la más profunda admiración.
En algún momento de aquellos, me di cuenta que me generaban la misma sensación que aquel trío de jazz que toca en La Biblioteca. Habíamos entrado en su mundo, y no lo sabíamos. Si pensamos que era por nosotros, por quienes estaban tocando, nos hubiéramos equivocado rotundamente. Su mundo natural es su música, y lo desplegaron de una forma excelente, nativa en ellos, digna de estudio.
Se fueron, y se llevaron el teatro consigo. La banda que los sucedió, no supo aprovechar el recinto. Empezaron a tocar y llamaron a la gente a que se pare y se acerque frente al escenario. Lo cuál está bien si estamos en El Emergente de Almagro (y no creo que esté mal per sé), pero sí me quedó la sensación de que pudieron haber desplegado otra cosa. Me fuí de su set con un poco de gusto a nada, aunque debo de decir que mucha gente lo estaba disfrutando.
Nada, eso. Escuchen Naima y, si está a su alcance, vayan a verlos en vivo. Lo recomiendo muchísimo.